domingo, 14 de septiembre de 2014

Feelings.



Me levanto por las mañanas. Y no estás. Por la noche intenté dormir abrazado a la almohada, pensando que eras tú, pero no he podido.
No sabes el miedo que paso por las noches. Suelo soñar con guerras entre corazón y mente en las que estás presente. Son sueños oscuros en los que pienso que te pierdo. Despierto y vuelvo a lo mismo.
Camino hacia el baño. Miro el espejo y veo unos ojos marcados por las lágrimas que se derramaron cuando miraba fotos en las que tendría que estar contigo.
Agito la cabeza queriendo olvidar lo pasado pero sé que volverá a ocurrir. Intento sonreír pero es cómo si en los bordes de mis comisuras labiales se hubieran posado grandes pesas que soy incapaz de alzar.
Conecto los auriculares al móvil que reproduce canciones que expresan mejor que ninguna palabra lo que siento. Me dejo llevar por la fresca brisa de la mañana mientras me dirijo a mi destino. Es un camino algo automático, ya que lo recorro a diario. No se dónde poner mis manos, así que las meto en el bolsillo, probando a sujetar el teléfono con la izquierda y las llaves con la derecha. Pero es imposible. El trayecto es demasiado largo y tú estás demasiado presente. Cierro los ojos con intención de invocarte a mi lado y mágicamente apareces dándome la mano. Es una sensación tan placentera como gratificante, pero dura menos de un segundo.
Abro los ojos, miro alrededor y no estás. Nunca estarás.
He de ser realista. Yo aquí. Tú, allí. Que injusto fue Dios en dejarme tan lejos de tí. Que injusto fue el destino que hizo que te conociera.
Sé que no estás, sé que nunca estarás. Sólo me queda el consuelo de imaginarte mirando a tus ojos marrones y sintiéndome verdaderamente querido, aunque los sueños, sueños son.

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