Hoy he vivido una situación esperpéntica, que me ha dejado con un escalofrío permanente en el cuerpo.
¿Cuánto vale hoy un te quiero? ¿Cuándo dejó de significar lo que quiera que significara?
Me sienta mal que nos llamen la generación millennial con tono despectivo y superioridad. Nuestros padres no han vivido, a nuestra corta edad, rupturas por WhatsApp, amores online imposibles y gente la cual mueres de ganas por ver, pero desgraciadamente, está muy lejos de sus posibilidades. Hemos madurado antes, nos hemos enfrentado al riesgo de la decepción mucho antes que ellos, hemos tenido que refugiarnos en un móvil porque nadie nos mira cómo nos gustaría que nos vieran. Pero claro, son sólo cosas de adolescentes.
Analizando mejor la situación, y con todo el dolor de mi corazón, puede, incluso, que lleven algo de razón en ciertos aspectos. Ya no se ama como antes, no se siente como antes. No es lo mismo esconderse detrás de una pantalla que tomar el café de las cuatro hasta las seis con tu pareja, dado de la mano. No es lo mismo la paja de por la noche por Skype que dejar la ropa en el suelo y rozarse piel con piel. No es lo mismo, pero es lo que nos ha tocado vivir.
Al hilo de lo que comentaba antes, el valor del te quiero son como las acciones de un banco en quiebra. Con el tiempo, han ido decayendo hasta llegar un punto, que no valen nada.
No se puede querer y engañar, no se puede querer y hacer daño. Directamente, no se puede; son sentimientos tan contrapuestos que son inviables en el mismo contexto.
No... no puedes decir que me quieres mientras te follas a tu novio todavía, no me puedes decir que me quieres cuando no vienes a verme ni a estar conmigo, no puedes decirme que me quieres cuando quedas con otro para hacerlo (lo mejor de todo, en mi cara), no puedes decirme que me quieres cuando no respetas mi cuerpo, ni me das tregua, ni cariño, ni pasión, ni comprensión, ni amabilidad ni piedad. ¿Te queda claro?
No puedes, porque haces daño siempre a la misma persona, porque acrecentas sus miedos e inseguridades. Te juro que me encantaría llamarte rata o incluso reptil, porque pareciera que reptaras por las cloacas de la red para buscar a tu presa perfecta; a cualquier incauto que se acerque a ti con el corazón dispuesto y tú, a infectarlo del veneno de tus encantos y mentiras.
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